Pekín, 19 dic (EFE).- El máximo líder norcoreano, Kim Jong Il, cuyo fallecimiento fue anunciado hoy, mantuvo en sus dos últimos años de vida una intensa relación con China, el mayor y casi único aliado internacional de Corea del Norte, país que visitó en cuatro ocasiones en 2010 y 2011, siempre en el más absoluto secreto.
En años anteriores, los viajes a China habían sido más espaciados (2000, 2001, 2004 y 2006), pero en los dos últimos Kim fue casi un fijo en la agenda diplomática del gigante asiático, que visitó en mayo y agosto de 2010 y otras dos veces durante los mismos meses de 2011.
Las ocho visitas fueron en tren blindado, ante la animadversión que Kim sentía por los aviones, y muchas veces pernoctaba en el vagón, el mismo en el que ha fallecido en su país, a causa de "fatiga física", según la agencia oficial KCNA.
La razón de esta intensidad de visitas no es fácil de concretar, dado el hermetismo de los gobiernos norcoreano y chino ante ellas (Pekín sólo las confirmaba cuando Kim cruzaba la frontera de vuelta a su país), pero según los analistas eran en parte para probar que el mandatario aún se encontraba bien físicamente, pese a los rumores sobre su mala salud desde que en 2008 sufriera una apoplejía.
También se dijo que Kim quería con estos viajes asegurar la sucesión de su hijo, Kim Jong-un, quien con menos de 30 años es el principal candidato a continuar el régimen, y que al parecer acompañó a su padre en algunos de estos viajes, aunque es difícil saber exactamente en cuántos de ellos.
Estos viajes, además, también tuvieron algún componente personal y de "despedida", como cuando en 2010 Kim visitó en el noreste de China la escuela donde estudió su padre, Kim-il Sung, quien tuvo las riendas del país desde 1948 hasta 1994 y para los norcoreanos sigue siendo oficialmente el "eterno líder" de Corea del Norte.
Y en ellas Kim visitó, además, zonas de alto desarrollo económico de China, como el este del país, lo que según muchos observadores lo hacía servir para recoger información en aras a imitar en Corea del Norte el sistema de reforma económica -sin reforma política- que el gigante chino ha implantado desde hace 30 años.
China fue durante estos años el principal suministrador de ayuda humanitaria y energética a la empobrecida Corea del Norte, país ante el que ha intentado mediar en el conflicto por su programa nuclear, siendo Pekín anfitriona de un diálogo a seis bandas (China, las dos Coreas, EE.UU., Rusia y Japón) para la desnuclearización que sin embargo está paralizada desde 2008.
Pekín además se mostró neutral en las fuertes tensiones mantenidas entre las dos Coreas el pasado año, tras el hundimiento de un buque de guerra surcoreano por un torpedo norcoreano que causó 46 muertos, y el posterior bombardeo por parte de Pyongyang de la isla de Yeongpyeong.
Estos dos últimos años de vida de Kim han sido además intensos en actos de exaltación de los lazos chino-norcoreanos, ya que ambos países celebraron a finales de 2009 los 60 años de relaciones diplomáticas (con tal motivo el primer ministro Wen Jiabao visitó a Corea del Norte) y un año después el sexagésimo aniversario de la Guerra de Corea, en la que lucharon juntos contra EEUU y el Sur.
Sin embargo, no todo ha sido perfecto en la tradicional amistad entre los dos regímenes comunistas: para China ha sido difícil en ocasiones lidiar contra las provocaciones norcoreanas hacia sus vecinos Corea del Sur y Japón (sobre todo las pruebas nucleares y de misiles).
Incluso se descubrió, con el escándalo Wikileaks, que los diplomáticos chinos, en privado, no confiaban en absoluto en sus vecinos norcoreanos, y creían que Kim era un líder peligroso para los propósitos diplomáticos de Pekín.
Kim Jong-il visitó China por primera vez en 1983, cuando aún era heredero de la única dinastía comunista que ha existido, reuniéndose entonces con el líder Deng Xiaoping.
Siguiendo esta tradición, su hijo Kim Jong-un visitó en solitario a China en junio de 2009, con tan sólo 26 años, y con el mismo objetivo que el de su padre 26 años atrás, el de garantizarse el apoyo futuro de Pekín, uno de los escasos valedores internacionales de Pyongyang en su perpetuo conflicto con Seúl. EFE
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