París, 24 feb (EFE).- Amandine, la primera bebé probeta de Francia, cumple hoy 30 años, tres décadas en las que aunque según el ginecólogo que lo hizo posible, René Frydman, los avances en fecundación asistida se han acercado a la ciencia ficción, todavía queda demasiado camino por recorrer.
"Hay que avanzar mucho en investigación para comprender qué hace que un óvulo acabe siendo fecundado y otro no, por qué un embrión se desarrolla, qué provoca un aborto espontáneo. Es un campo enorme de trabajo y requiere libertad", indica a Efe el experto en una entrevista telefónica.
Frydman es el mismo al que se le atribuye el primer nacimiento en Francia tras la congelación de un embrión, en 1986, el primer diagnóstico preimplantatorio para seleccionar embriones libres de enfermedades hereditarias, en 2000, el primer nacimiento tras la congelación de ovocitos, en 2010, y el primer bebé medicamento, un año después.
A sus 68 años, consciente de que con Amandine se marcó en su país "un antes y un después" que siguió la estela que hizo posible la llegada de Louise Brown en Inglaterra en 1978, el que fuera jefe del servicio de ginecología y obstetricia del hospital Antoine-Béclère de Clamart, a las afueras de París, no piensa en retirarse.
"Sigo buscando aportar soluciones", asegura en un momento en el que unos 20.000 niños nacen cada año en Francia mediante técnicas de procreación asistida, pero en el que la tasa de éxito ronda el 20 por ciento, lo que sitúa al país por detrás de otros como Estados Unidos o Bélgica.
"Creo que se debe a que la población que lo intenta es más madura, a que a la gente se lo reembolsa la seguridad social, por lo que no duda en lanzarse al proceso aunque no reúna todas las condiciones, y a la falta de transparencia de los resultados", explica el experto.
Frydman, aprovechando su privilegiada situación dentro de la comunidad médica, reivindica también una legislación más permisiva, que acabe con la ambigüedad e incoherencia que según él existe en la actual normativa gala.
"La legislación francesa es la más ambigua, porque dice una cosa y lo contrario. Dice por ejemplo que la investigación está prohibida y al mismo tiempo se autoriza. Muchas mujeres van a otros países para recurrir a la donación de ovocitos y son reembolsadas en parte por la seguridad social, pero si lo hicieran en Francia irían a la cárcel. Hay -lamenta- mucha confusión".
La demandada de una apertura legal para volver a situar al país en cabeza no conlleva, destaca, permitir "cualquier cosa", como la selección de embriones con fines estéticos y no médicos, o el alquiler de vientres, una práctica aceptada en Estados Unidos pero que para él entra en un proceso de explotación del cuerpo de la mujer.
Para Frydman, en ese país y en las naciones del Este "se ha instaurado una ley de mercado que bajo la premisa de libertad para todo el mundo acaba implicando solamente libertad para quienes tienen dinero".
Por eso el doctor sostiene que "el combate no ha terminado" y que queda mucho camino por hacer, en el que tan importante es según él dotar a los investigadores de los medios suficientes para avanzar en la investigación, como fijar límites éticos que controlen los abusos.
"Todo avance debe ser honesto. Debe primar el respeto del otro. Hay pasos que parecen de ciencia ficción, como la creación de espermatozoides en el laboratorio a partir de células madre. Cada vez vamos a descubrir más cosas, pero es fundamental ver por qué se hace, y si es necesario".
Entre tanto, Amandine, para saciar la sed de los medios, concedió esta semana a la cadena "France 2" una de sus escasas comparecencias públicas en estos 30 años, con una entrevista en la que quiso restar importancia al interés que sigue despertando su persona.
"Tengo cinco dedos en cada mano, un ombligo, dos ojos. Los mismos defectos, cualidades y dudas que cualquiera", le dijo a la periodista, asegurando que haber sido la primera bebé probeta de Francia sí influyó en la vida de sus padres, pero no en la suya. EFE
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