Por Olga Capellán.-
Fue una tarde gris de lluvias y tormentas, específicamente un 16 de
febrero en horas del atardecer, ese día fue para mí un día muy especial, pues
conocí a un joven, dinámico, con mucha humildad y sobre todo con un pensamiento
revolucionario firme, inhabitual para los tiempos actuales.
Hoy el pensamiento de todas las personas sensatas está lleno de dolor,
pues aquel joven se nos has ido a destiempo y esto ha sido un hecho muy
lamentable y solo cabe preguntar, ¿Dónde está la seguridad del pueblo
dominicano que tanto pregonan las autoridades del país?
La muerte del joven Francisco Caamaño Vélez, de mano de un malévolo da
mucho que pensar, y al mismo tiempo queda demostrado de que contrario a lo que
afirman tanto el presidente de la república Dr. Leonel Fernández, así como
también el jefe de la policía general Polanco, están muy lejos de los dichos a
los hechos, ya que en este país nadie, pero nadie tiene su vida segura, a pesar
de haber acabado con la delincuencia, según ellos.
A Caamaño Vélez, le conocí durante la celebración de la misa de
recordación a los héroes de Playas caracoles, el pasado año mientras me
encontraba de visita por allí, eso fue en la Iglesia las Mercedes de la ciudad de Santo
Domingo.
El mismo, al término de la misa fue quien tomó las palabras en nombre
de la familia Caamaño Deñó, cuando reunidos todos en este lugar santo para
rendir homenaje al héroe de abril y de Playas Caracoles, él fue quien dio las
gracias a los allí presentes.
Lo recuerdo como ahora, un joven despierto, inteligente y con un
pensamiento revolucionario firme, un joven sin malicias que sólo quiso en
bienestar de su patria, presté mucha atención cuando él hizo un llamado a la
juventud del país para que se alejasen del vicio y se integrasen a la sociedad
productiva y que tomasen los ideales valiosos revolucionarios porque este país,
su país así lo requiere.
Hoy su sueño ha sido malogrado, también el de su familia y el de todo
el pueblo dominicano que habían puesto la esperanza en alguien, en un joven con mucho valor, con sentimiento y con
ideales revolucionarios, un joven que pedía a viva voz seguir el ejemplo de su
abuelo, el comandante Francisco Alberto Caamaño Deñó.
Yo estoy triste y me había alegrado de conocerle, mi pueblo está triste
porque perdió un gran futuro y su familia está triste porque también perdió a
un ser querido que pudo haber sido el ejemplo a seguir, el modelo juvenil sin
malicias, lleno de alegría y de vida, la que le quitaron los incontrolables de
la nación y ojala que todo se aclare y al menos se haga justicia real, la que
tanto ansiamos los dominicanos.
Tony, deseo de corazón paz a tus restos y que Dios te acojas en sus
santo senos y te de el mejor rincón en
el reino de los cielo, amén y muchas gracias por haberme permitido conocerte
aunque fuera por tan corto tiempo.
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