Bogotá, (EFE).- El francés Roméo Langlois, quien después de un mes de cautiverio fue entregado hoy por las FARC a una misión humanitaria, ha sido un periodista incómodo para todos los actores del conflicto colombiano en sus 12 años como corresponsal en este país.
Langlois ha acaparado la atención mundial desde que el 28 de abril fue capturado cuando acompañaba a un contingente de militares y policías en una operación antidrogas en el selvático departamento de Caquetá para obtener imágenes para un documental y el grupo se vio sorprendido por una ofensiva guerrilla.
El reportero se disponía a elaborar uno más de los numerosos trabajos periodísticos que ha realizado en Colombia durante los últimos años como corresponsal del canal France 24 y el diario Le Figaro.
Al francés, de 35 años, nunca le tembló el pulso a la hora de adentrarse en las llamadas "zonas rojas", donde el conflicto armado sigue más vivo.
"Si uno quiere contar la realidad del conflicto, no hay más remedio que estar cerca de él", afirmó días después del secuestro su compañero de trabajo, el italiano Simone Bruno.
Y Langlois es un ejemplo de esos reporteros aguerridos.
En estos años, el corresponsal ha contado el conflicto colombiano unas veces acompañado por el Ejército, otras por las FARC y también en ocasiones por la Guardia Indígena que vela por la seguridad de los pueblos nativos, pero incluso se ha adentrado en zonas calientes por su cuenta.
El resultado es una serie de reportajes que no dejan indiferente, motivo por el que se convirtió en un periodista incómodo para la mayoría de los actores involucrados en el conflicto.
Nacido en Toulouse, en el sur de Francia, Langlois "ha permitido que la voz y la lucha incansable por la vida trasciendan a diversos espacios y sea conocida".
Con estas palabras, la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca reconoció públicamente la labor del periodista tras conocerse su secuestro.
Esta asociación, que protege el derecho a la vida de los nativos del convulso departamento del Cauca, donde estos pueblos viven entre el fuego de la guerra, exigió así a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que liberaran a Langlois.
El reportero galo convivió con esas comunidades en 2008 y 2011, cuando captó con su cámara las acciones de defensa de la Guardia Indígena frente a las hostilidades del Ejército y los grupos armados ilegales y que plasmó en los documentales "Guardia Indígena" y "Mientras no se apaga el sol".
Paradójicamente el trabajo de Langlois es poco conocido en Colombia, y solo a raíz de su secuestro se han emitido algunas de sus cintas a través de los canales de televisión.
La semana pasada se exhibió además en una sala de Bogotá su último reportaje, realizado junto a la también periodista francesa Pascale Mariani y titulado "Pour tout l'or de Colombie" ("Por todo el oro de Colombia").
Se trata de un documental que pone sobre el tapete los problemas generados por la nueva fiebre del oro y los entresijos económicos que mueve el negocio, así como los intereses ocultos y las consecuencias para la población y el medio ambiente.
Langlois dejó en evidencia que la minería aurífera se ha convertido en un nuevo mecanismo de financiación de la guerra en Colombia a través de un filme que no deja bien parados ni a la Fuerza Pública, ni a las multinacionales, ni al Gobierno actual, ni a las FARC.
Tampoco al expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), del que en el documental se dice que tiene intereses personales en ese negocio.
"Langlois: una cosa es la curiosidad del periodista y otra la identificación con el terrorismo", escribió hoy Uribe en su cuenta de twitter.
En un vídeo que los guerrilleros grabaron durante su cautiverio y que el lunes difundió Telesur, Langlois dijo: "uno sabe a qué se expone cuando hace este trabajo", para después explicar que no sólo había trabajado acompañando al Ejército, sino también a la guerrilla.
Lo justificó diciendo que había entrevistado a varios jefes de las FARC y además señaló: "nunca me ha querido mucho el Gobierno, porque siempre he ido de los dos lados".
Hoy, cuando llegó a la remota aldea de San Isidro, en Caquetá, manifestó que "no necesitaba esta experiencia para conocer bien el conflicto ni la guerrilla", y agregó: "lo que me queda es la convicción de que hay que seguir cubriendo el conflicto".
Incómodo para todos, lo cierto es que Roméo Langlois no ha tenido pelos en la lengua para relatar la guerra de Colombia. EFE
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