El filósofo y escritor suizo Alain de Botton es uno de los pensadores más populares de Reino Unido. Protagonista de numerosas polémicas, como la que levantó al anunciar sus intenciones de construir un ‘templo ateo’ en la City londinense, no hay ensayos en su haber que pasen desapercibidos para el gran público.
Uno de los más controvertidos fue el publicado bajo el título Cómo pensar más en el sexo (Ed. B), un manual de referencia para los estudiantes de la Escuela de la Vida, una academia situada en Londres donde se ofrecen todo tipo de cursos en torno a la psicología, el bienestar y la filosofía y que él mismo dirige.
Botton parte de la tesis de que el sexo es la principal fuente de conflictos en nuestra vida, pues nos genera problemas psicológicos y nos hace incurrir en actitudes inmorales o degradantes.
Su batalla teórica se centra en aportar nuevos argumentos que hagan replantear a toda la sociedad sus relaciones sexuales para orientarlas hacia lo “moralmente aceptable” (en la página web ‘Better Porn’ (Mejor porno) ofrecerá contenidos explícitamente sexuales pero desde un punto de vista moral).
Para que el sexo no nos convierta en unos neuróticos atormentados por fobias y conductas desviadas, explica el suizo, “debemos reconsiderar radicalmente lo que significa el deseo, el matrimonio o la fidelidad”.
Para Botton, vivimos en la falsa creencia de que tener relaciones sexuales es una actividad natural y consustancial al ser humano durante toda su vida. Un pensamiento, dice, construido por la pujante industria pornográfica y precipitado a raíz de la masificación de internet. “La sexualidad no debería estar relacionada nunca más con la estupidez, la brutalidad, o la explotación”, concluye. Para ello, superpone su mirada por encima de los esquemas tradicionales ofreciendo cinco nuevas claves para reconciliar sexo y moral.
El erotismo no existe
El ideal del erotismo es una distorsión, explica, porque cada persona siente y expresa sus emociones de diferente manera. “El sexo es una de las actividades más íntimas que podemos experimentar pero, a pesar de ello, nos hemos empeñado en adoptar una serie de ideas fijas que nos predisponen”, explica. Unos estereotipos que desnaturalizan el sexo y no hacen más que “perturbarnos e incrementar el sentimiento de culpa”.
Es por ello que, tanto hombres como mujeres, dejan de vivir el amor de forma instintiva transformando los deseos en temores.
El filósofo argumenta que el erotismo es sinónimo de repugnancia, pero entiende que esta idea no vende. Sin embargo, indica que se debe asumir como el punto de partida para despejar los fantasmas relacionados con los deseos: son oscuros por naturaleza y claramente contrarios a los comportamientos que se esperan de un mundo civilizado. No pasa nada.
El sexo sí puede esperar
La complejidad que rodea al deseo sexual se ha visto agravada por el sentir, cada vez más generalizado, de que “todo el mundo debería tener el mayor número de relaciones posibles para aliviar las tensiones de la vida moderna”. Los medios de masas, lamenta el pensador suizo, “nos bombardean con la idea de que el sexo no puede esperar, lo que genera fuertes contradicciones en nuestro fuero interno”.
Para Botton el sexo debe ser entendido como un estadio superior del amor y, de no ser así, “tenderá a destruir nuestras relaciones, amenazará la reproducción de la especie y devastará nuestra autoestima”. Así, anima a que, en cierto grado, se repriman las pulsiones sexuales: “Es necesario tanto para nuestra salud mental como para el adecuado funcionamiento de la sociedad”.
La imaginación es más importante que la penetración
La impotencia sexual, dice Botton, genera un rechazo de la pareja y provoca una inmensa frustración. Sin embargo, esto ocurre porque “nuestra interpretación sobre la impotencia está terriblemente equivocada”. Según el filósofo, la impotencia es fruto de la razón y un síntoma de respeto.
Su ideal del sexo parte del amor y, en este sentido, defiende otra forma de relacionarse de forma placentera sin tener que llegar a la eyaculación. “El deseo propio y de la pareja puede resolverse de diferentes maneras. La ética sexual está en la imaginación”, explica.
El matrimonio no solo es sexo
La industria de la sexo-terapia, como la denomina Botton, “centra todos sus esfuerzos en asegurar que el sexo anime constantemente la vida matrimonial”. Nada tan lejos de la realidad, pues nuestra propia biología va en contra de esta máxima, ya que “es un hecho inevitable que las relaciones sexuales en una pareja casada disminuyan gradualmente, tanto en intensidad como en frecuencia”.
Si se interiorizan las exigencias de la industria pornográfica, según las cuales la falta de deseo es una negligencia contraria a nuestra naturaleza, dice, “el matrimonio se alterará de una forma insana”.
El adulterio está sobrevalorado
Una de las afirmaciones más controvertidas de Botton en How to Think More about Sex es que el adulterio no debe parecernos una experiencia demasiado trágica. “Nadie puede pertenecer a otra persona en cuerpo y alma durante toda su vida”, explica. Este pensamiento es propio de las relaciones autoritarias, en las que el poder sobre el otro refleja su peor cara.
La culpa “radica en el concepto contemporáneo de pareja, que nos hace creer que todas nuestras necesidades, ya sean amorosas o sexuales, debe resolverlas exclusivamente una sola persona”.
Igual que le parece ingenuo creer que la pareja es la única persona capaz de suplir las ambiciosas amorosas, también dice que lo es creer que el adulterio es el antídoto más eficaz contra las decepciones conyugales. En realidad, concluye, “no existe ninguna respuesta perfecta a las tensiones sexuales” porque las emociones son contradictorias por naturaleza.
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